viernes, 29 de enero de 2010

CHARLA EN TORNO A UNA MESA CAMILLA

Por Ana Sánchez, Ernesto E. Aguilar, Cristina Rubio y Mª C. Reyes.

En la sala de profesores del IES Trafalgar hay una mesa camilla en una esquina. Es el rincón más acogedor de toda la sala. Es fácil encontrar sobre la mesa, junto a libros de texto, apuntes o un portátil, un bizcocho casero partido en trocitos o un jarroncillo con flores, y en torno a esa mesa se habla de trabajo, pero también de recetas de cocina, de libros, de viajes, de hijos…. Es la prueba de que existe en el claustro de profesores un grupo de mujeres con una doble vida: son profesionales de la enseñanza durante la mañana y profesionales amas de casa y madres de familia el resto del tiempo. Son mujeres con inquietudes, y sobre todo responsables, cumplidoras, detallistas, organizadas y emprendedoras. Están acostumbradas a atacar varios frentes al mismo tiempo y a no desfallecer en el intento.
Los alumnos del proyecto hemos compartido un rato de charla en torno a esa mesa con algunas de estas profesoras que han llegado a conocer el Trafalgar, además, desde la perspectiva de alumnas, pues estudiaron en sus aulas en aquellos años 69-70. Se trata de Leonor Malia, Catalina Corrales, Mª Carmen Relinque y nuestra administrativa, Encarna Pacheco. Isabel Reyes no pudo estar en la reunión, pero queda pendiente que nos cuente sus recuerdos de esos comienzos en el instituto.
De la conversación con ellas se extrae una serie de coincidencias; en todas se repite el mismo patrón: todas ellas eran buenas estudiantes, eso les permitió poder acceder a las becas que entonces tan difícilmente concedían a alumnos que no superaran el notable de nota media, todas, más o menos, tenían sus ideas claras a la hora de decidir qué iban a estudiar y de hecho todas se decidieron por la opción de letras, desde donde emprendieron sus diferentes caminos, ya fuera por Historia, Administración, Filología Francesa o Inglesa.
Recuerdan aquellos años y es inevitable que los comparen con los de ahora. Es inevitable que reconozcan que antes ellas no podían contar con los recursos con los que contamos los alumnos hoy en día, ni tenían la posibilidad de acceder a materias que entonces les hubiera parecido interesante estudiar y que actualmente se imparten, como Medios de Comunicación, Derecho, Alemán… Sin embargo, sí hay un tema en el que reconocen que se ha dado un paso atrás: el nivel de exigencia y disciplina que se les imponía a los alumnos era mayor, quizás por el franquismo que se vivía en esos años, quizás porque los jóvenes maduraban antes, se hacían responsables y aprendían a sacrificarse desde muy pequeños. No había miramientos: quien quisiera estudiar tenía que ir a clase el sábado, tenía que sacar nota para poder pagar la matrícula con la beca, tenía que examinarse en Cádiz, tenía que cruzar todas las mañanas un río en barca si venía de Zahara… Ése era el único camino.
Como alumnas que fueron, aún guardan entrañables recuerdos de algunos profesores que marcaron sus caminos. Mª Carmen Relinque recuerda a Don José María, Manuel Mercado, Cristina Alonso y Javier Cejuela; Catalina Corrales se emociona hablando, por supuesto, de su profesora de francés, que le despertó su pasión por este idioma, y en general, recuerdan a los profesores que impartían las asignaturas de historia, lengua, idiomas… Y cómo no, también conservan anécdotas de sus fiestas y viajes de estudios: grupos de teatro, viajes en 4º de bachillerato a Granada, a Madrid,…¡con lo que suponía salir de Barbate entonces!
Con el tiempo todas se marcharon fuera a terminar sus estudios y al cabo de los años regresaron para quedarse aquí a trabajar. Encarna Pacheco llegó en 1977 y recuerda que los principios de la informática en el Trafalgar consistieron en un ordenador rudimentario situado en la secretaría y compuesto por una pantalla de TV y un teclado enorme que despertaba las miradas curiosas de los alumnos al pasar por delante de la puerta. Leonor Malia empezó de prácticas en nuestro instituto en 1983 y Catalina Corrales en 1987, aunque la administración les hizo dar algún que otro rodeo antes de poder quedarse definitivamente en el Trafalgar.  
Toca el timbre. Se acaba la charla en torno a la mesa camilla. Volvemos a clase con la impresión de que las historias y vivencias que han compartido con nosotros nos ayudan a comprender su nivel de compromiso con el instituto al que llevan ligadas tantos años de vida profesional.

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